Las temperaturas y los nutrientes de las aguas son los dos factores clave para que una especie pueda desarrollarse con técnicas de acuicultura en mar abierto.
La temperatura de las aguas de Gran Canaria, al igual que las del resto de las islas del archipiélago, se caracteriza por ser constante a lo largo del año, manteniéndose en un rango entre 18º y 25ºC, formando parte de las llamadas "aguas templadas". Los bruscos descensos de las temperaturas invernales de otras latitudes dificulta mucho que los peces cultivados ganen peso; por el contrario, la temperatura constante de nuestras aguas hace que su crecimiento se produzca seis meses antes que en otras latitudes. Alguna especie que requiere temperaturas diferentes se está cultivando en tanques en tierra, posibilitando el cultivo de especies como el lenguado.
Respecto a los nutrientes de las aguas canarias, sus concentraciones no son muy elevadas. Este es el motivo por el que en Gran Canaria se cultivan en tanques en tierra ciertas especies filtradoras como mejillones, almejas o la almeja canaria u oreja de mar (esta última en fase experimental). La falta de nutrientes, que a priori parece una dificultad, constituye una ventaja para las estructuras flotantes y sumergidas de las instalaciones, pues la cantidad de organismos sésiles (fijos al sustrato) que se acumulan en ellas es mucho menor, haciendo que su conservación y mantenimiento sea más sencillo y económico.